36 A (II)
Luego de un accidentado viaje en avión me vi en una situación inesperada.
Luego de un accidentado viaje en avión me vi en una situación inesperada.
Ya pasaron muchas horas y sigo aquí. Recién fui visitado por una enfermera que me hizo tomar unas pastillas. No sé bien qué hora es, en mi pieza no hay un reloj y no tengo una ventana para mirar hacia afuera. Me duele la cabeza, creo haber perdido la noción del tiempo, pero me siento mejor.
Le pregunté a la enfermera por qué no vino a verme mi familia, mi esposa siempre está pendiente de mí. Seguro vendrá pronto. Estoy ansioso por verla, quiero contarle lo que ocurrió en el avión y pedirle que averigüe bien lo que pasó. Alguien tiene que saber algo más de ese sujeto que me generó todo este problema.
El personal que me atiende en el hospital me mira con desconfianza y elude mis preguntas. Vaya a saber qué comentaron los policías y los tipos del avión sobre mí.
Ahora me queda la duda de por qué asocié al enfermero que vi cuando me desperté la primera vez con el misterioso pasajero del avión. Soy consciente que las pastillas y el fuerte golpe pudieron generarme un trastorno. Pero no tengo dudas que lo del pasajero fue real, hasta me acuerdo del número del asiento, o mejor dicho, el lugar exacto de su ubicación.
Ahora que lo pienso bien, a ese hombre lo vi alguna vez en otro lugar, su cara me resulta conocida. Pero estoy seguro que nunca hablé con él, solo de verlo de paso en algún sitio.
Como sea, tengo que averiguar todo y salir de este lugar rápidamente, no soporto el encierro y ese olor a medicamentos todo el tiempo. Tampoco entiendo por qué la puerta está cerrada con seguro. No me iría a ninguna parte, tengo un baño y me traen comida. Por eso sospecho que algo no anda bien allí afuera.
Dicen que me desacaté en el avión… ¿Habré hecho algo tan malo y no lo recuerdo? Sé que me alteré y en algún momento solté algún insulto al personal del avión, pero me sentí impotente porque nadie confiaba en lo que estaba contando. Es increíble que en un avión donde iban muchas personas, inclusive niños indefensos, nadie hiciera algo por detener a un sujeto armado que se metió en el baño claramente alterado. Y si no me creían, era sencillo buscarlo en cada rincón hasta que apareciera. Nadie podría huir a 10 mil metros de altura.
Tendré que averiguarlo como sea, no voy a permitir que me traten como a un loco, y encima, posiblemente tenga que dar explicaciones a la policía cuando salga de aquí.
Todo me pasó por intentar colaborar y ahora nadie se preocupa por mí.
Cuando venga mi esposa le voy a pedir que llame a nuestro abogado, porque esta situación no puede quedar así.
Tengo que serenarme un poco, si me ofusco de nuevo van a desacreditar mis dichos, argumentando que tomo pastillas y que padezco una enfermedad.
La verdad es que a esta altura poco me importa lo que pasó en el avión, estoy dispuesto a que quede como un mal recuerdo, un episodio confuso. Ahora solo quiero salir de este lugar, llegar a mi casa y descansar profundamente en mi cama hasta reponerme. Pero antes voy a llamar a mi amigo, que seguramente estará preocupado porque nunca llegué a su casa. Hace tanto que no lo veo y una vez que me decido a organizar mis tiempos para poder compartir con él, me pasa una situación insólita como esta.
Después que se le pase la preocupación se va a reír mucho cuando le cuente la historia.
Pero, para salir de este hospital rápidamente tengo que demostrarle al doctor que va a venir a verme que ya estoy bien y que puedo volver a mi casa.
Debería ordenar mis pensamientos, porque hay situaciones que no recuerdo exactamente cómo ocurrieron. Me refiero a todo lo que pasó después de mi caída y del golpe en la cabeza. Es lógico, a cualquier persona que tomara mis pastillas le pasaría, si, justamente, son para bloquear nuestra mente y relajarnos por completo.
Por eso creo que pude haber sufrido algún episodio que me alteró el sentido del tiempo. Puede que hayan pasado más horas en este lugar, porque me toco el ojo derecho y mi ceja se curó. Además, no me duele. Me recuperé y eso es lo bueno, pensé que podía haber sido un corte más profundo.
En cambio uno de mis dedos de la mano izquierda todavía tiene restos de sangre. Qué extraño… ¿no me lavé las manos en todo este tiempo?
Se me ocurre algo muy interesante. Estoy convencido de que es la sangre del tipo del avión, se lo dije a los tripulantes y no me hicieron caso. Recuerdo cuando pasé el dedo por el respaldo del asiento donde estaba ese hombre y allí fue cuando decidí ir hasta la cabina a denunciar el hecho.
No importa que haya pasado tanto tiempo, en el hospital pueden hacer el estudio de la sangre, aunque esté seca, para eso están los laboratorios.
Esa va a ser la prueba contundente para que crean mi historia y van a tener que disculparse conmigo.
Voy a esperar a que lleguen mi esposa y mi abogado, porque ya no confío en nadie en este lugar.